Literatura

Textos: Dr. Antonio Moreno González

Una de las tareas que se impusieron Habicht, Solovine y Einstein, en su juventud, al agruparse como "Academia Olimpia" en Berna fue leer y hacer comentarios literarios. Sus lecturas favoritas fueron los clásicos, entre ellos Sófocles, Racine y Cervantes. En un escrito fechado en 1952, Einstein escribe a propósito de la literatura clásica:

"Una persona que lee sólo periódicos y como mucho libros de autores contemporáneos, dice que soy como un miope que se burlase de las gafas. Él depende por completo de los prejuicios y modas de su época, puesto que nunca llega a ver ni oír otra cosa. Y lo que una persona piensa por su cuenta, sin el estímulo de los pensamientos y experiencias de los otros es, aun en el mejor de los casos, bastante mezquino y monótono.

Sólo hay unas cuantas personas ilustradas con una mente lúcida y un buen estilo en cada siglo. Lo que ha quedado de su obra es uno de los tesoros más preciado de la humanidad. A unos cuantos escritores de la antigüedad debemos el que las gentes de la Edad Media se libraran poco a poco de las supersticiones y de la ignorancia que habían ensombrecido la vida durante más de cinco siglos.

No hay nada mejor para superar la presuntuosidad modernista."

De la literatura contemporánea, Einstein se sintió seducido por las concepciones del mundo de H. G. Wells y Bernard Shaw. En una conferencia sobre La comunidad judía pronunciada en el Hotel Savoy de Londres en 1934, a la que asistían aquellos escritores, dirigiéndose a Shaw, a quien califica como "médico del alma" por los principios morales contenidos en sus obras, dice:

"Usted, señor Shaw, se ha ganado la admiración y el afecto de los hombres tomando un camino imposible de seguir para muchos. No sólo ha predicado la moral a la humanidad, de ha burlado de tantas cosas que parecían intocables. Lo que usted ha hecho sólo puede hacerlo un artista...Gracias a ello ha conseguido librar a la existencia de un poco de su pesadez."

El propio Einstein fue a su vez motivo literario para algunos escritores. Durante su estancia como profesor en Praga conoció al escritor Max Brod, amigo, biógrafo y editor de Franz Kafka, que en su novela La redención de Tycho Brahe (1916), el personaje que representa a Kepler está inspirado en Albert Einstein. Semblanzas de él escribieron otros autores, entre los que se cuentan los españoles Juan Ramón Jiménez, Ramiro de Maeztu, Pedro Salinas, Ortega y Gasset, Jorge Guillén, Ramón Pérez de Ayala, Salvador de Madariaga...

En la "comedia negra" Los físicos , escrita por Friedrich Dürrenmatt en 1962, Einstein comparte protagonismo con Newton, nombres adoptados por enfermos recluidos en un manicomio, en el que se refugia huyendo de sus propios horrores el protagonista de la obra, un físico nuclear, Möbius, descubridor de la fórmula para la fabricación de la bomba atómica.

Así como Albert Einstein fue lector selecto y motivo literario, su obra, junto con la de Planck y quienes hicieron posibles las revoluciones relativista y cuántica del siglo XX, es considerada por algunos estudiosos de los movimientos culturales como notablemente influyente en la literatura y en las artes plásticas, que en el primer tercio de ese siglo se abrieron a formas tan revolucionarias como las producidas en la física. En autores como William Carlos Williams, Archibald MacLeish, Virginia Wolf, Vladimir Nabokov, Lawrence Durrell, William Faulkner y James Joyce, por citar los más sobresalientes y contemporáneos de Einstein, encuentran un lenguaje inspirado en las nuevas concepciones científicas del mundo. Alan J. Friedman y Carol C. Donley se ocupan de estas influencias, en particular su repercusión en la literatura, en Einstein as Myth and Muse (1985). Gerald Holton en Einstein, historia y otras pasiones (Madrid, 1998) aboga por una mayor cautela a la hora de adjudicar tales influencias: "La tentadora tarea de encontrar la detallada culminación de los lazos causales ocultos que relacionan las obras capitales y el espíritu de la época queda para futuros investigadores"

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Con Conrad Habicht (1884 - 1948) y Maurice Solovine (1875 - 1958), la "Academia Olympia" durante su estancia en Berna

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