Educación

Textos: Dr. Antonio Moreno González

Aunque en su juventud aspiraba a ser profesor de física y matemáticas, cuando lo consiguió no mostró demasiado entusiasmo por las aulas, prefirió trabajar con pocos alumnos y a ser posible sin un horario determinado. Fue, por tanto, un profesor desigual, más apreciado en el trato directo con los alumnos que por las clases numerosas, pero tampoco tuvo a su cargo la dirección de ninguna tesis doctoral, como sería de esperar en quien prefería trabajar con grupos reducidos.

En una carta a una joven, quejosa del trato que recibía de sus profesores, Einstein le recuerda haber recibido un trato similar: "me detestaban por mi independencia y me excluían cuando querían ayudantes". Lo que corrobora su inadaptación a la enseñanza reglada, al menos la practicada en las escuelas prusianas durante su niñez y juventud. Y más adelante le escribe: "Por otra parte, he venido a Princeton sólo a investigar, no a enseñar. Hay demasiada educación formal, sobre todo en los centros norteamericanos". No obstante tenía en alto aprecio a quienes se sentían con vocación para la enseñanza porque para él "la enseñanza ha sido siempre el medio más importante de transmitir el tesoro de la tradición de una generación a la siguiente...La continuidad y la salud de la humanidad depende, en consecuencia, en grado aún mayor que antes, de las instituciones de enseñanza". Máxima que siempre enarboló como remedio a los males y desengaños de los que fue víctima o testigo a lo largo se su vida.

Valoraba la escuela no sólo como centro para adquirir conocimientos, pensaba que "deberían cultivarse en los individuos jóvenes cualidades y aptitudes valiosas para el bien común". Anteponía la formación personal y ciudadana al mero aprendizaje, pero el método para incidir en el desarrollo de la personalidad no debía ser, en su opinión, la transmisión verbal. "Las grandes personalidades no se forman con lo que se oye y se dice, sino con el trabajo y la actividad...con la realización de tares concretas", tareas a realizar con libertad, sin miedos ni coacciones para fomentar "esa curiosidad divina que todo niño posee, pero que tan a menudo se debilita prematuramente".

Sobre la formación científica de la juventud, opinaba:

"La mente de un joven no debe atiborrarse de datos, nombres y fórmulas: cosas todas que puede encontrar en los libros, sin necesidad de seguir ningún curso universitario. Los años de estudio deben emplearse únicamente para enseñar a pensar al joven, para darle un entrenamiento que ningún manual puede sustituir. Es un verdadero milagro que la pedagogía moderna no haya llegado a ahogar completamente la santa curiosidad de la búsqueda. Creo que se podría, incluso, hacer desaparecer la voracidad de una fiera salvaje sana, a base de obligarla, bajo la amenaza del látigo, a comer constantemente aunque no tuviera hambre y, sobre todo, eligiendo de forma apropiada el alimento que le forzaría a tragar"

conestudiante

Orientando a un alumno